jueves, 13 de febrero de 2014

Asesinato Sentimental (Parte II)

MARTES  05
Según tengo entendido, suele salir del trabajo a las siete. Dejando un margen de precaución por si tenía que ir al despacho del jefe a buscar un aumento de sueldo, me presenté en su casa a las 8 de la noche con una bandeja de sushis que compré en un buen restaurante de la ciudad.
Me gusta quedar bien con la gente, y aunque me estaba haciendo el duro los últimos días, tengo que aceptar que me arrepiento de haberle gritado y no haberme controlado. Ha sido ella la maldita; no quiero que se intercambien los roles. Maldito sólo hay uno.
Le expliqué las causas de mis nervios reflejados en mi última frase del otro día. Primero estaba seria pero fue aceptando las disculpas poco a poco. Aseguró que estaba en Frankfurt, y que no me hiciera esas paranoias. ¿Para qué te voy a engañar si me gustas tanto?—me dijo. 
Esta última pregunta retórica me sirvió de demostración que había conseguido lo que quería. La desvestí y tal como dije ayer, mis deseos sexuales se quedaron en su piso. Después de ponerme los pantalones cogí tres sushis del paquete aún envuelto, me despedí y me fui. Qué buenos estaban los sushis, espero que se los terminara para cenar.
Le dije que no podía quedarme a comer los sushis porque tenía una cita con José Luis para ir a cenar. No sé si se percató que el juego había empezado.

MIERCOLES 13
Nos hemos visto bastante a lo largo de esta semana; voy a su casa y me la tiro o ella viene a la mía para realizar la misma acción. No busco nada más. Antes salíamos  a comer a buenos restaurantes o a pasear, ahora como mucho vamos a comer algún menú barato en un bar. No tengo ningún interés de hablar con ella ni que esté contenta; sólo la utilizo para atenuar mi lujuria. Intento mantener un poco las costumbres por el simple hecho de que mi juego consiste en que ella no se percate que la manipulo.
Lo sorprendente es que no me haya salido con ninguna tontería como las de antes; es más, sus humores son estables.

VIERNES 15
Cómo son las circunstancias de la vida; hace dos días remarcaba el hecho de que se estaba comportando como una niña mayor, no hacía pataletas ni salía con extravagancias. Pues mucho estaba durando la alegría, ya me extrañaba a mí.
Compramos unos sándwiches en un supermercado, un par de gaseosas, y nos sentamos en un banco del parque Golden a cenar. Ella remarcaba la bonita puesta del sol y el anaranjado color de las nubes.
Yo estaba concentrado en no comer mucho; no me gusta tener relaciones sexuales con el estómago lleno.
Cuando ambos habíamos finalizado nuestra cena campestre, me agarró la mano y me preguntó dulcemente si no quería estrechar más nuestra relación. Implícitamente me estaba pidiendo que nos fuéramos a vivir juntos, lo supe de antemano; pude olfatear sus intenciones. Traté de irme por las ramas; no por las ramas de los árboles del parque, sino por las ramas de su proposición, haciéndome el tonto. Siguió intentándolo mediante todo tipo de insinuaciones hasta que se rindió; no le quedó más remedio que ser explícita. Todo ese tiempo me sirvió para pensarme una respuesta. Los dos tenemos un contrato a cumplir con nuestros correspondientes pisos y sus propietarios. Iremos a hablar con ellos y, según las facilidades que nos den, decidiremos cual será nuestra vivienda.
¿Qué busqué con esta respuesta? Intenté crear un clima complejo y a mi favor. Procuré mostrarle la dificultad de su oferta por razones ajenas a mí, es decir, como si yo le hubiera dado mi visto bueno pero dependíamos de otras personas. Fue una manera de quitarme responsabilidades de encima, ella se quedaría con la idea de un “Si” de mi parte,  pero con un “vamos a ver” por parte de otros factores extra radiales. De este modo me garanticé el coito que había estado planeando durante mi ligera cena. 

DOMINGO 17
Cuando buscaba una relación seria con esta chica, me surgían todo tipo de obstáculos por su parte; salía con contratiempos que eran sinónimos de no podemos tener una relación formal. Al final, creyendo haber descifrado sus intenciones, decidí llevar una relación informal al pie de la letra. Y en ese momento, ella me plantea una relación seria.
Lo más importante en esta vida es la salud, y en este caso mi salud mental se estaba viendo afectada.  Así que quiero poner fin a nuestra historia amorosa. Han sido unos meses extraños, locos y, de vez en cuando, agradables. No me apetece estrechar la relación, he visto que es un ser un tanto peculiar y no creo que duráramos mucho tiempo viviendo juntos. Así mismo, mi adoración por ella ha decrecido considerablemente; antes la veía como la mujer de mi vida, pero desde que se ha convertido en mi muñeca inflable, no le tengo ningún aprecio. Yo seguiría con ella de manera informal pero mi experiencia me dice que cuando cada persona busca un tipo de noviazgo diferente, no se llega nunca a un acuerdo, y de este modo, la relación se rompe por completo.
En fin, lo nuestro no tiene continuidad bajo ningún estado de la naturaleza. La única cuestión es cómo ponerle fin y de qué manera;  en eso me he centrado este fin de semana. La opción de hablar con los propietarios de nuestros respectivos pisos para que nos pusiesen obstáculos en la ruptura del contrato, me pareció una operación demasiado costosa y difícil; se tenían que tener en cuenta muchos detalles. En cambio, desde mi punto de vista,  la vía más directa y económica sería hablar directamente con ella, y dejarle las cosas claras. Sí, esa sería la opción de un ser racional, pero recordemos que estoy herido, y cuando alguien está dolido busca la venganza;  quiero que sufra, al menos una cuarta parte de los que me ha hecho sufrir a mí. Por esta razón mañana desarrollaré y planificaré el asesinato.

LUNES 18
Hay muchos tipos de torturas que podría aplicar; todas esas prácticas serían extremadamente dolorosas para ella y totalmente gratificantes para mí. Ayer en la noche empecé a pensar en diferentes tipos de opciones pero ha sido esta mañana, al despertarme, cuando me ha surgido el plan estrella, el plan ideal, el plan que llevaré a cabo. No sé si lo soñé o si durmiendo el propósito maduro, pero al despertarme ya sabía qué hacer. De este modo, me pasé todo el día en el trabajo dándole vueltas al fraudulento proyecto; añadiendo detalles o quitando características; mirando de perfeccionarlo.
Al concluir la jornada laboral me dirigí a una tienda de lencería femenina que conocía. Una vez en el local busqué y compré el tanga que, según mi imaginación, llevaría una prostituta o una chica ligera de gustos. No quise que lo envolvieran de regalo, no tenía sentido. Al llegar a casa, puse mi compra en mi mesita de noche y me dirigí a mi butaca donde prendí un puro; todo esto con la voz de Edita Gruberová de fondo. No fumo casi nunca, no obstante hoy quería disfrutar del momento y repasar mi plan paso a paso. Los procedimientos a seguir eran pocos y simples, pero tenían que ser precisos.
El teléfono móvil lo tenía al lado, tarde o temprano me llamaría, y así fue.  Le dije que me sentía afiebrado y que mejor que hoy no nos viéramos. Le aseguré que mañana estaría en plenas condiciones y podía pasarse por casa después de cenar.

MARTES 19
Qué impaciente que soy, no me he podido concentrar en nada durante el día. Tenía una ansiedad dentro de mi cuerpo, quería que fuera de noche para ponerme manos a las obra.
En casa, después del trabajo, lo primero que hice fue prender el equipo de música. Ayer me apeteció ópera, ahora quería música más animada, algo que me hiciera bailar mientras preparaba la escenografía. Así que con la ayuda de Burce Springsteen me dediqué a ejecutar mi tarea. El tanga seguía en la mesa de noche. Bailando al son de la música lo cogí, lo estiré y lo arrugué. Estuve a punto de ponérmelo pero me pareció que eso  sería romper con la seriedad que me caracteriza; no tenía que dejarme dominar por la alegría.
Me agaché y coloqué el tanga debajo de la cama; en un sitio que sólo se podía ver si te agachabas. Estuve media hora moviéndome alrededor de la habitación para comprobar que su posición fuera le exacta. Sí, esta ha sido toda la preparación que necesitaba, el resto consistía en mi improvisación, en que los nervios del momento, al estar delante de ella, no me hicieran cometer imprecisiones.
Tratando de calmar mis nervios, me senté delante la televisión, a ver una película. Faltaban 10 minutos para que terminara cuando ella llegó; así que se puso a mi lado para ver el dramático final. Los dos habíamos cenado por separado, de modo que, al acabar la película empezó a besarme y a quitarme la camiseta; sin que fueran sus actos muy coherentes con el desenlace que habíamos visto en la película. Acepté esté primer paso y la dirigí hacía el dormitorio. Era consciente que sería la última vez que la vería desnuda, la última vez que la tocaría, la última vez qué…
Ella estaba de pie y la desvestí, agachado y arrodillándome, dando vueltas alrededor de su cuerpo, completándola. Cuando ya estaba en calzón y tenía su sujetador en mi poder, dejé que se posicionara en la cama. Antes de tirarme encima de ella deje caer el sostén al suelo, dándole una discreta patada para que se metiera debajo de la cama.
A continuación saboreé cada bocado como el niño que se come una piruleta por primera vez. No sé cuándo volveré a acostarme con una mujer, puede ser que dentro de una semana, o en el peor de los casos, dentro de unos años. Así que desee hacerlo todo a consciencia y con plena concentración, guardando cada detalle en mi cerebro para así recordarlo las siguientes noches de soledad.
A las once de la noche estábamos exhaustos, tendidos en la cama, en silencio. Su brazo me abrazaba por el pecho y yo la acariciaba, notando su fina piel, tanto en las palmas de sus manos como en sus brazos.
No sé de dónde sacó las fuerzas, que yo había consumido, para anunciar su retirada. Antes que se levantará, me dirigí al baño y cerré la puerta con llave. En lugar de sentarme en el wáter pegué la oreja contra la puerta, mientras ella, supuestamente, se vestía.  Entonces escuché que decía:
-¿¡¿¡¿¡¿Dónde está mi sujetador!?!??!?!—era una pregunta que se hacía a ella misma, sin esperar necesariamente una respuesta mía.
A partir de allí solo hubo un prolongado silencio, el ruido de unos pasos y el sonido del cierre de la puerta principal.
Salí del baño.
Tirado en medio del revoltijo de sábanas blancas había el tanga rojo que había comprado ayer.

MIÉRCOLES 20
Tardé mucho en dormirme anoche y hoy en la mañana le seguía dando vueltas a mis preocupaciones y  preguntas. ¿He sido demasiado cruel? Cualquier final es difícil, así que puestos a hacer, cuanto peor para ella, mejor para mí. En otras palabras, estaba harto de ella y del trato que había recibido; quiero que sienta el sufrimiento que me ha corroído en más de una ocasión por su culpa. Sin embargo, hay que tener presente  que es una chica y nunca se sabe con qué te puede salir; no he tenido ninguna señal de que lo nuestro haya finalizado, y eso me preocupa. He empezado a angustiarme por las posibilidades que me salga con alguna sorpresa. No me extrañaría que ahora dijera que encontrar un tanga debajo de la cama le causo un inmenso dolor, pero que gracias a eso se ha dado cuenta de cuánto me quiere.  Por lo tanto, no doy nada por terminado, aún existe el riesgo que se empeñe en otorgarme una segunda oportunidad.
Por suerte, la incertidumbre no duro mucho. En la tarde, cuando menos me lo esperaba,  recibí este mensaje en el móvil: No quiero saber nada más de ti. Así, de esta manera, quedé tranquilo, feliz y con la idea de ser un buen ejecutor de planes. Mi objetivo se había cumplido.